Estamos ante la Victoria de Samotracia. Es una escultura griega en mármol, de bulto redondo y cuerpo entero, esculpida en el 190 a.C., durante la Grecia helenística.
Representa a
la Victoria alada posándose sobre la proa de un navío. Al parecer, la estatua
fue donada al santuario de Samotracia por los rodios, pueblo habitante de Rodas
en aquellos días, por una batalla naval en la que se hicieron con el control de
amplias áreas al suroeste de la actual costa turca, además de conseguir la
alianza con muchas ciudades de la zona. Allí fue encontrada en 1863 por el cónsul francés
Charles Champoiseau, arqueólogo aficionado.
Se aprecia su pertenencia a la época helenística por,
en primer lugar, su gran tamaño: 245 cm de altura, a los que hay que sumar
la altura del zócalo sobre la que está colocada.
En cuanto a la técnica, en el período helenístico ésta
es similar a la del clasicismo, cuando se logra plasmar con un gran realismo la
forma humana. Así ocurre en esta figura, que evidencia el gran interés de
la época por la anatomía. Ésta se deja intuir a través del chitón, la típica
túnica griega fina que viste la estatua, gracias a la técnica de los paños
mojados, iniciada por Fidias en el clasicismo. Hay también un gran trabajo con
las texturas, sintiéndose perfectamente la diferencia entre la piel, la tela y
las plumas de las alas.
La herencia de
siglos anteriores se ve también en la posición del cuerpo, en torsión praxitélica: con la pierna derecha adelantada
y algo doblada, y la cadera elevada hacia el lado izquierdo, sería la pierna de
este lado la que soportaría el peso del cuerpo de tratarse de un ser de carne y
hueso. Como no es así, el manto, que toca el suelo, da una mayor superficie para
soportar el peso de la figura, haciendo innecesario un adminiculo. Su
composición es abierta, sobresaliendo las alas del conjunto, y las líneas de
eje son curvas, dando sensación de movimiento a la figura.
Se caracteriza también el helenístico por ser una
etapa en la que la búsqueda de la belleza se hace a través de la expresión, del
sentimiento y el dramatismo. Aunque no conocemos de la Victoria ni su
rostro ni sus manos, que se perdieron en la historia, no necesitamos ver ni su expresión
ni su gesto para sentirla poderosa, contundente y heroica, a la vez que liviana.
Todo esto nos lo transmite a través de la posición del cuerpo; del chitón, que
se agita y vuela, y de las alas en tensión. Parece hacer frente al viento y a
las olas, que la azotan en su proa.
En estos
momentos se encuentra en plena restauración. No es la primera a la que se
somete, siendo una de las alas producto de una. Esta vez el objetivo es
eliminar el zócalo de cemento construido en s. XIX sobre la que se apoya
actualmente, y unirla de nuevo a su zócalo original, formado por 23 bloques de mármol gris azulado y recuperado en 1875, más
de una década después de ser encontrada la figura femenina y enviada al museo
del Louvre, donde sigue encontrándose. El reto es lograr el contraste original
entre el tono más oscuro del zócalo y más claro de la mujer alada. Francia
Japón y EEUU han invertido en conjunto 3 millones de euros para la restauración
a lo que se sumará previsiblemente otro millón de euros, que está siendo
recaudado a través de la web.
wowwwwwwwww :O
ResponderEliminarMe recuerda un verso de Lope de Vega: "Hasta que la Aurora, en los campos de Flora, ponga sus dorados pies" Te imaginas un amanecer primaveral explotando la luz sobre el multicolor campo. Me da la impresión de que la Victoria está en ese sutil momento en que toca con su pie el suelo y va a entregar a alguien la corona después del incierto combate.
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